¿Conoces las principales obras de Goya?

los fusilamientos del 3 de mayo

Francisco José de Goya y Lucientes nació en la localidad de Fuendetodos en 1746. Se trata de uno de los artistas europeos más significativos de su tiempo que marcó un antes y un después en la pintura y el grabado español.

La técnica y los motivos de sus obras, caracterizadas por el realismo, la expresividad y la crítica burlesca a la sociedad de su tiempo, sirvieron de inspiración para multitud de artistas, considerándose precursor de movimientos artísticos desarrollados posteriormente como el impresionismo, el surrealismo e, incluso, el arte moderno.

En este artículo, desde el Ayuntamiento de Fuendetodos, hablamos sobre algunas de sus obras más representativas.

‘La Familia de Carlos IV’

La Familia de Carlos IV – Francisco de Goya (Museo del Prado)

Durante su primera época, Goya se dedicó a realizar retratos y obras de escenas religiosas, cuya excelencia le dotó de un reconocimiento tal que, en 1785, tuvo la oportunidad de ser admitido en la Academia de San Fernando y, en 1789, de ser designado como pintor oficial de la Corte de Carlos IV.

El siglo XVIII es el siglo de la Ilustración europea, marcada por el pensamiento crítico, el apoyo al conocimiento y la ciencia y los sentimientos de justicia y razonabilidad. Y estos valores impregnan las obras de Goya desde sus inicios. Así, cabe destacar durante su época como retratista el retrato de La Familia de Carlos IV, del año 1800, en el que de forma sutil y sin perder la solemnidad, el pintor consigue reflejar a sus protagonistas con cierta sorna.

‘La Maja desnuda’ y ‘La Maja vestida’

La Maja vestida – Francisco de Goya (Museo del Prado)

En esta época Goya también lleva a cabo retratos de la aristocracia madrileña, como La Condesa de Chinchón (1800) y las famosas La Maja desnuda (1790-1800) y La Maja vestida (1800-1808), donde juega con la posición de sus protagonistas para resaltar su figura mediante el juego de luces y sombras.

Estas dos últimas obras fueron probablemente realizadas por petición de Manuel Godoy, un noble español muy apreciado por el rey. Aunque la identidad de la mujer retratada en ambos cuadros es desconocida, se han barajado nombres como la duquesa de Alba o Pepita Tudó, amante de Godoy.

Series de grabados

Disparate número 13: «Modo de volar» – Francisco de Goya

En 1799, Goya finaliza la primera de sus cuatro series de grabados, denominada Los Caprichos, compuesta por 80 obras donde combina varias técnicas como el aguafuerte, el aguatinta, el buril y la punta seca.

A través de estos grabados, Goya consigue mostrar y criticar los defectos de la sociedad de su tiempo, reflejando de forma satírica a determinados personajes, relacionados fundamentalmente con la nobleza y la Iglesia.

Posteriormente, durante la Guerra de la Independencia, Goya trabajó en su segunda serie de grabados: Los Desastres de la Guerra, formada por 82 obras en las que se mostraban y denunciaban las atrocidades cometidas durante los años de contienda.

Finalmente, cabe destacar también las dos series de grabados que el artista publicó a partir de 1815. Por un lado, encontramos la serie de La Tauromaquia, publicada en 1816 y compuesta por 33 grabados y 11 estampas que se publicaron posteriormente, en la que Goya hacía gala de su afición por el mundo taurino.

Por otra parte, entre 1816 y 1824 el pintor realizó su última serie de grabados: Los Disparates o Los Proverbios, formada por 22 grabados y publicada después de la muerte de Goya en 1828. Esta última serie está marcada por su carácter misterioso, imaginativo y onírico.

Tanto las técnicas utilizadas para realizar estos grabados como la destreza para tratar asuntos delicados de la época hicieron de estas series un éxito abrumador que consiguió influir en el resto de artistas de la época y posteriores.

En el Museo del Grabado de Fuendetodos, situado a pocos metros de la Casa Natal de Goya, se encuentran expuestas de forma permanente estampas pertenecientes a las cuatro series de grabados de Goya, esto es, Los Caprichos, Los Desastres de la Guerra, Los Disparates y La Tauromaquia.

‘Los fusilamientos del 3 de mayo’

Los fusilamientos del 3 de Mayo – Francisco de Goya (Museo del Prado)

En el año 1808 se inició la Guerra de la Independencia, como consecuencia de la invasión de España por parte de las tropas francesas bajo el mando de Napoleón Bonaparte. Bajo el pretexto de la ocupación de Portugal acordada con España a través del Tratado de Fontainebleau, Francia ocupó de facto el territorio español y designó a José Bonaparte como monarca.

Si bien Goya se mantuvo como pintor de la Corte de José Bonaparte, ello no evitó que en las obras que realizó durante aquellos años mostrara sin pudor los horrores de la guerra, destacando entre sus obras de esta época El 2 de mayo (1814), que refleja el momento el que la sociedad española se levantó en contra de las tropas francesas, y Los fusilamientos del 3 de mayo (1814).

Esta última obra retrata el castigo que el ejército francés aplicó a los sublevados españoles, deteniendo y condenando a muerte a todo aquel que llevase una navaja encima. Los fusilamientos tuvieron lugar de madrugada en distintos lugares de Madrid, siendo uno de ellos la montaña del Príncipe Pío, donde se ambienta el cuadro de Goya.

Las Pinturas Negras

El aquelarre – Francisco de Goya

La Guerra terminó en 1814 con la restauración de la monarquía absolutista de Fernando VII, lo que obligó a Goya a retirarse de la vida pública en 1815. A partir de entonces, sus obras se vuelven más oscuras y se caracterizan por contener escenas de terror, macabras y tenebrosas, con predominio de colores negros, grises y marrones.

De hecho, al conjunto de pinturas realizadas con esta temática y colores durante el último periodo de su vida se le denomina como Las Pinturas Negras. Una de las más famosas es Saturno devorando a su hijo (1820-1823), que representa al titán Saturno (en la mitología romana) o Cronos (en la mitología griega) comiéndose a uno de sus hijos para evitar que se cumpliese la profecía que aseguraba que uno de ellos iba a arrebatarle el trono.

También destaca El aquelarre o El gran Cabrón (1819-1820), que muestra una escena en la que un grupo de personas con rostros caricaturescos observan atentamente al gran macho cabrío que aparece en el centro, representando al Diablo, junto a una mujer joven cuyo rostro no podemos ver.

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