Ignacio Zuloaga Zabaleta fue una de las principales figuras de la pintura española en el siglo XX. Nació en 1870 en Eibar, en el País Vasco, y desde muy joven se vio inmerso en el mundo del arte, debido a su familia. Su padre, Plácido Zuloaga, era un gran artesano damasquinador y su abuelo, Eusebio Zuloaga, fue el último arcabucero de la Casa Real española.
En este post, desde el Ayuntamiento de Fuendetodos te contamos cómo fue la evolución de Zuloaga y hablamos de algunas de sus obras más representativas.
Sus inicios como artista
Zuloaga estudió con los dominicos y, más tarde, con los jesuitas, en París. Desde muy joven mostró sus dotes para la pintura, comenzando a exponer su obra desde 1887. En ese mismo año visitó el Museo del Prado, donde conoció la obra de pintores españoles como Velázquez, El Greco, Zurbarán, Ribera y Goya, a los que comenzó a considerar sus maestros.
En esta época pintó algunos cuadros, como La fuente de Eibar, que muestran un notable dominio técnico pese a su juventud.
Zuloaga se puso así bajo la tutela de prestigiosos maestros. En 1889 visitó Roma, donde se interesó mucho por la pintura renacentista. Al año siguiente, en 1890, se trasladó a París y comenzó a trabajar bajo la tutela de Eugène Carrière. Ese mismo año expuso su obra en el Salón de los Artistas Franceses, cosechando un éxito considerable.
Durante sus años en la capital francesa, frecuentó a artistas como Touluse-Lautrec, Gauguin, Degas y Jacques-Émile Blanche. Entre 1890 y 1894, mantuvo una estrecha relación con Gauguin y con Émile Bernard y hacia el final de su estancia conoció al pintor y escritor Santiago Rusiñol.
Tras su época en Francia, su paleta se vuelve más clara y parece estar influenciada por el impresionismo, mientras que los contornos simplificados están influidos por sus relaciones con los nabis (grupo de pintores franceses de finales del siglo XIX).
Andalucía: su gusto por el pueblo gitano, el flamenco y el mundo taurino
En 1892, Zuloaga viajó a Sevilla, movido por su fascinación por el pueblo gitano, el flamenco y el mundo taurino. De hecho, en 1895 se instaló en Andalucía, donde permaneció hasta 1898.
No obstante, durante estos años el pintor viajó a Londres y a Italia para ganar algo de dinero, puesto que su situación económica no era buena. En la capital británica descubrió el arte de Whistler, que se convirtió en otra de sus influencias. Además, mejoró sus conocimientos sobre literatura y pintura francesas, en particular sobre el simbolismo.
Además, en esta época Zuloaga expuso varias de sus obras en la Societé Nationale des Beaux-Arts de París y en la Exposición de Bellas Artes de Barcelona. También estudió de cerca a El Greco, el pintor que más influiría en su obra, junto con Goya. La luz cruda de Andalucía sin duda contribuyó a su gusto por los fuertes contrastes de color.
Exponiendo en Europa
En 1898, Zuloaga se trasladó a Segovia, donde vivió con su tío Daniel Zuloaga, uno de los más destacados ceramistas españoles de la época. Entabló amistad con el compositor y pianista Isaac Albéniz, uno de los grandes innovadores de la música española.
En 1899, se casó con Valentine Dethomas en París y ese mismo año pintó su conocido retrato La enana doña Mercedes, que puede considerarse un homenaje a Velázquez y, más concretamente, a Las meninas.
Posteriormente, el pintor partió hacia París para visitar la Exposición Universal de 1900 y comenzó unos años en los que se centró en exponer en diversas ciudades europeas: Bruselas, Berlín, Colonia, Düsseldorf y Dresde, entre otras. Fue en esta época cuando pintó El enano Gregorio el botero, muy influenciado por las luces de El Greco y, de nuevo, por Velázquez.
En 1901, Zuloaga diseñó la escenografía de las representaciones de Carmen en Berlín, lo que le valió el reconocimiento internacional. Regresó a Sevilla en 1902, pero realizó frecuentes visitas a Segovia y continuó exponiendo en ciudades como Berlín, Budapest y París. En 1904, participó en la puesta en escena de la zarzuela Pepita Jiménez, de Isaac Albéniz.
Zuloaga no era nada sensible al modernismo. Pese a estar familiarizado con el arte europeo, el Art Nouveau no parecía interesarle demasiado, sino que se adhirió a una tradición de realismo expresionista al estilo de El Greco o Goya.
En 1906, Zuloaga volvió a instalar su estudio en París. En este periodo pintó muchos lienzos, entre ellos Torerillos de pueblo y Celestina.
Reconocimiento más allá de Europa
A partir de 1909, el pintor expuso en varias ciudades de Norteamérica y, posteriormente, en Sudamérica. En esta época se publicaron varios estudios sobre su obra, firmados por Charles Morice (primer biógrafo de Gauguin) y Léonce Bénédite (conservador del museo de Luxemburgo y luego gestor del patrimonio artístico de Rodin).
Además, Zuloaga siguió exponiendo en ciudades como Viena, Budapest, Múnich, Dresde y Ámsterdam.
Zuloaga y Goya
Zuloaga era un gran admirador de Francisco de Goya, a quien consideraba uno de sus maestros. Por ello, se propuso viajar hasta la casa natal del pintor, localizada en Fuendetodos. Hizo este viaje en automóvil en el año 1903, convirtiéndose en la primera persona en llegar a Fuendetodos en coche.
Fue Ignacio Zuloaga quien identificó la casa natal de Goya en el año 1913, junto con un grupo de artistas zaragozanos. Posteriormente, compró la vivienda para restaurarla.
Actualmente, en Fuendetodos, junto a la Casa Natal de Goya, se sitúa la Sala Zuloaga, un edificio dedicado a exposiciones temporales que se inauguró en 1996 con una exposición dedicada al pintor del que recibe su nombre.
Desde entonces, esta sala se ha especializado en arte gráfico, mostrando exposiciones tanto de grabado histórico como de arte gráfico contemporáneo.
Sus últimos años
Aunque al comienzo de la Guerra Civil española (1936-1939) Zuloaga adoptó una posición neutral, a partir de 1938 comenzó a mostrar su apoyo al bando nacional. Pintó retratos de Francisco Franco y Ramón Serrano Suñer, entre otros, además de su obra El Alcázar en llamas (paisaje heroico de Toledo), en la que reflejaba el asedio de dicha ciudad.
No obstante, Zuloaga no se implicaba demasiado en cuestiones políticas y consideraba la pintura como un arte sin fines políticos, sociales ni propagandísticos.
En 1945, a los 75 años de edad, Ignacio Zuloaga falleció en Madrid.